Unos y otros merecerían por nuestra parte un respeto y consideración que por desgracia en Yecla brilla por su ausencia
Ocurre con las candidaturas electorales algo muy parecido a cuando la mano inocente del paje extrae del gorro de ‘tiraor’ el nombre de los mayordomos de las Fiestas de la Virgen. Carne fresca a la que hincarle el diente de los chismorreos y las mofas. Dependiendo de si los susodichos nos caen mejor o peor emitiremos nuestra opinión sobre ellos escondiendo en todo momento nuestra intencionada e íntima admiración o nuestra interesada y oculta animadversión. Con las candidaturas electorales pasa algo muy similar aunque con un matiz primordial: son los propios integrantes de las listas electorales quienes deciden dar un paso al frente.
Las personas que figuran en cada lista no han sido elegidas en una rifa sino todo lo contrario. Luego serán las urnas las que decidan si el pueblo les da o no su voto de confianza. Pero la comparación es exactamente idéntica, calcada, en cuanto a que, desde el mismo momento en que se conocen sus nombres, mayordomos e integrantes de las candidaturas son colocados frente al pelotón de fusilamiento de la opinión pública.
Como ovejas al matadero de la mala baba y la charlatanería. No le demos más hilo a la milocha: Pueblo somos y pueblo moriremos y precisamente por ello nos apasiona tanto tirarnos al degüello sin ton ni son. Una más de tantas imperfecciones que llevamos en nuestro ADN pueblerino pues como ocurre cada cuatro años, desde que empezamos a conocer todas y cada una de las candidaturas, venimos escuchando comentarios que ponen como hoja de perejil y a caer de un burro a componentes de todas y cada una de las listas sin excepción, a izquierda y a derecha (iba a decir a diestra y siniestra pero eso de siniestra en política suena falta). Nadie se escapa de la turba charlatana.
En lugar de ponernos un punto en la boca y otorgarles los indulgentes 100 días de confianza, por decir una cantidad, para que veamos cómo se desenvuelven en sus nuevas competencias como representantes públicos, arremetemos contra ellos sin conocerlos, en muchos casos porque no nos gusta su cara o porque uno me ha dicho que le han contado de buena tinta que otro dice que aquel de más allá no es de fiar.
Así funciona la cosa de la política local en este pueblo en torno a los aspirantes a la vida pública que para mí tienen un mérito extraordinario por ofrecerse voluntarios a figurar en una candidatura electoral. Mérito de unos porque si salen como concejales del Gobierno local, estarán las 24 horas de los 365 días de los próximos cuatro años recibiendo solo improperios y quejas de sus convecinos. (Todos vamos al Ayuntamiento a quejarnos y nunca a agradecer ninguna iniciativa municipal. ¡Pues eso faltaba!). Y mérito de otros porque si las urnas deciden que se tienen que tirar cuatro años a la sombra en la oposición no les quedará más remedio que cumplir su palabra y apechugar cuatro años chupando rueda. Unos y otros merecerían por nuestra parte todo el respeto y la consideración que por desgracia en Yecla brilla por su ausencia.