José Puche Forte
De aquellas antiguas ermitas que antaño poblaban el término rural de nuestro pueblo diseminadas por las diferentes fincas, las que llegaron a sobrepasar la treintena, algunas desaparecieron, otras muchas están en estado ruinoso o solo conservan parte de sus paredes. Solo algunas de ellas se conservan, pero pocas se encuentran en buen estado. Por lo general son de pequeño tamaño, unas más sencillas que otras. Pero todas nos hacen recordar la vida rural de otro tiempo, cuando estas tenían su utilidad para los campesinos de aquellos parajes. De todas las que nos quedan puede que la de mayor mérito sea la de la “Boquera del Carche” cuyo lugar se conoce como “Casa la ermita”, la que se encuentra a unos veintisiete kilómetros de la ciudad y a la que se puede acceder por la carreterilla de “el Ardal”. A ella vamos a dedicarle este espacio.
En una de las vistas que por entonces hacía por el entorno rural tropecé con este paraje y al ver esta ermita me impactó su estructura exterior, hasta tal punto, que procuré hacer lo posible por poder ver su interior, ya que era muy diferente de las que yo había visto hasta entonces. Si conseguí verlo, fue gracias a una persona que cuidaba de ella y me dio tal oportunidad. Me acuerdo que fue en un día de agosto de 1988 y hasta tuve la ocasión de fotografiar los detalles internos de su arquitectura que llamaron mi atención. Fotografié hasta su llave original cuyos dientes tienen forma de cruz. Disfruté observando su belleza y sentí que no estuviese más cuidada pues la tenían como almacén de algunos útiles empleados en la agricultura. Hice de ella varias fotografías de las que muestro algunas.
Esta ermita fue edificada a finales del siglo XVIII y su arquitectura, según Francisco Javier Delicado, pudo ser Pedro Guilabert. Es de estilo barroco, de una gran elegancia y la cataloga como la más importante que existe en el entorno rural. Su planta es de cruz griega y tiene una pequeña cúpula desprovista de sus tejas de azulejo, que eran blancas y azules, parte de ellas cubren el pequeño tejadillo a tres aguas de su pórtico que tiene tres arcos y una recia puerta de madera que protege su entrada. A la parte de su presbiterio hay una torrecilla campanario de forma octogonal y una pequeña edificación utilizada como sacristía. En el retablo mayor de su presbiterio parece ser que había un gran lienzo pintado con un Cristo crucificado y en las hornacinas laterales del crucero es posible que hubiese otros cuadros pintados. Sobre el muro frontal del exterior había un escudo de piedra del siglo XVIII que desapareció allá por 1990, del que realicé un pequeño apunte a mano alzada las fotografías, el cual era similar al que hay en la fachada marcada con el nº 17 de la calle de San Antonio, que fuera de Ortuño Valcárcel, el que queda descrito en la página 117 del libro “Yecla. Repertorio heráldico” de Fernando E. Ruiz Ibáñez.
En épocas pasadas los propietarios de esta ermita fueron Antonio Prats Cañizares, que al fallecer la legó junto con las tierras, a Remedios Prats Verdú. Después a Carmen Guardiola Verdú y adquiridas posteriormente por el ingeniero industrial Alberto Albert. (1).
Los detalles de esta ermita pueden ser contemplados en las cuatro fotografías que ilustran este artículo. Es una lástima que edificios como este no se restauren y vayan cayendo en el abandono hasta su irreparable pérdida.
(1). “Ermitas rurales de Yecla”(1). Francisco Javier Delicado Martínez. “YAKKA” Revista de estudios yeclanos 1997/8 Nº 8. Página 55.