Al mes de mayo, con San Isidro y la Feria del Mueble, solo le puede hacer competencia diciembre con las Fiestas de la Virgen y Navidad
O dicho con otras palabras: se acabó lo que se daba, y mira que llevamos más de 30 días dándolo todo porque parece imposible que mayo pueda ofrecernos más siendo como es un mes espléndido y sumamente generoso, que nunca se queda corto sino más bien todo lo contrario. Mayo es el mes en el que las Fiestas de San Isidro, fiestas de gran tradición, que anuncian con alegría la primavera en flor… (Perdón, sin darme cuenta me he puesto a cantar el himno de la Federación de Peñas). Decía yo que mayo es el mes en el que las Fiestas de San Isidro están omnipresentes, que significa que están presentes en todas partes y a todas horas.
Y de remate termina mayo con la Feria del Mueble que es también una manera de celebrar que a nuestra principal industria no hay quien le eche la pata, dicho así para entendernos todos, y después de mantenerse en pie 63 años continúa con la misma vitalidad que si llevara cuatro días, inasequible al desaliento (¡huy, lo que ha dicho este!), empujando el carro de la economía yeclana contra viento y marea, tormentas y pedreas. Y no nos olvidamos tampoco, por aquello de que si no querías caldo, toma tres tazas llenas, que también en mayo cada cuatro años llegan las elecciones municipales para rematar la cosa. Si lo pensamos desde el punto de vista de los yeclanos, al mes de mayo solo le hace competencia el mes de diciembre, que con las Fiestas de la Virgen y la Navidad echamos el resto como si no hubiera un mañana durante casi 40 días, si contamos a los tres Reyes Eméritos de Oriente, y digo eméritos porque ya no están sus Majestades para muchos trotes después de tantos siglos de traqueteo cabalgando sobre sus caballos. ¿O eran camellos? Lo mismo da que da lo mismo. Ya lo nos acordaremos cuando llegue el jaleoso y atolondrado último mes del año porque ha llegado el momento de relajarse. ¡Quieto ‘parao’ todo el mundo! ¿Y ahora, qué? Pues ahora tranquilidad absoluta y a seguir viviendo.
Que la vida son dos días y ya llevamos más de uno consumidos. Ahora, después de un mes tan atropellado, lo mejor que podemos hacer es echar el freno, respirar hondo, serenarnos e ir pensando ya en el verano. Sin prisa pero sin pausa. Antes de darnos cuanta estarán aquí las vacaciones y no sería bueno que no pillen con los planes a medio hacer. Me refiero sobre todo a esos planes a los que hay que darles mil vueltas hasta acertar la cuadratura del círculo, que no es otra cosa que ver cómo nos las apañamos para repartirnos les vancances pasando unos días en familia, otros con los amigos y que todavía nos queden días para pegarnos una escapada más solos que la una, tumbados a la bartola. Ojo, no confundir con tumbados con la Bartola. O sea, lo que siempre hemos llamado un perigallo, sin que nadie sepa cuándo nos hemos ido, ni por dónde andamos ni cuándo regresaremos. Porque de eso se trata, de volver con las pilas cargadas al 100% dispuesto a hacerle frente al final de año. Y no exagero: ya sabemos todos que en cuanto acaba el verano, en cuatro días estamos comiéndonos las uvas. Esto no hay quien lo pare.