Poco me parece que se prohíbe para todo lo que se dejan sin prohibir. Que lo prohiban absolutamente todo por el bien de la humanidad
Vaya por delante que este que suscribe y “sus escribe” continúa siendo fumador tras consultarlo conmigo mismo acogiéndome a la libertad que me otorga el actual marco constitucional que me ampara sabedor de que no está prohibida, ni perseguida ni penada la venta y consumo de tabaco. Nunca pensé que tuviera que dar tantas y tan enrevesadas explicaciones para justificar que ni mucho menos me siento un delincuente cada vez que me enciendo un cigarro. Tampoco pretendo hacer apología del tabaco, ni a favor ni en contra. No es lo mismo fumar un pitillo que beber un refresco de lejía o un chupito de aguarrás. Cada cual y cada ‘cuala’ es muy libre de hacer lo que le venga en gana dentro de la ley y nunca seré yo quien se lo recrimine. Mucho más eficaz que todas las prohibiciones que pongan en marcha nuestros mandamases en plan acoso y derribo, al estilo de se busca fumador vivo o muerto, es la actitud y aptitud de mi idolatrada médica de cabecera a la que acudo cada vez que me da la ventolera de intentar dejar de fumar y sabiamente siempre me responde que no le cuente patrañas ni milongas pasajeras y que vuelva a su consulta cuando esté convencido de que de verdad quiero dejarlo.
Si no es así es inútil ponerte en manos de un profesional médico, encantador de serpientes, hipnotizador de feria y demás sacacuartos y engañabobos. Y por la misma razón, quienes seguimos con echando humos nos quedamos atónicos cada vez que el ejército de salvación de nuestros gobernantes patrios tiene una nueva ocurrencia para estrechar aún más las zonas donde se nos permita dar una calada totalmente legítima y constitucional. Como la enésima vuelta de tuerca con la que vuelven a darnos la tabarra para sacar adelante una ley suprema que prohiba fumar a rajatabla en ninguna terraza y en ninguna playa. Menudo verano nos espera a los amigos de la nicotina. Vuelven los inquisidores anti tabaquismo a confundir a los fumadores con los maleducados, groseros e incívicos. Podemos fumar perfectamente en público sin obligar a nadie a tragarse nuestro humo. Mientras no prohíban el tabaco al estilo de la ley seca podrían tener un poco más de compasión y miramiento con quienes vamos todo el día con el paquete en la mano.
Entiéndaseme. Que prohíban también las grasas para que no engordemos, el café para no alterar los nervios, el alcohol para no acabar con los pies redondos, los coches para no respirar malos humos… Que prohiban los desfiles, procesiones, conciertos y verbenas para que nadie altere su descanso ni sus horas de sueño; el tráfico y los hinchas de fútbol para poder dormir la siesta, y los gatos y los perros para no llevarnos ninguna inmunda calcomanía pegada a la suela del zapato. Este verano que metan en la cárcel a los que les huele el sobaco, los que van en chanclas por Yecla, los que llevan tatuados hasta el entremuslo… Y siga usted con esta retahíla sin fin de prohibiciones añadiendo todas las que le molesten o le hagan arrugar la nariz. Poco me parece que se prohíbe para todo lo que se dejan sin prohibir. Que lo prohíban absolutamente todo por nuestro bien y por el de la humanidad. Pero todo, todo.