Probablemente, se vistan como se vistan, las fiestas de cada pueblo son las mejores del mundo para cada pueblo
Antonio M. Quintanilla Puche
Hablábamos por aquí en la anterior ‘Crónica yeclana’ de la insólita experiencia que por primera vez, desde que llegamos a este mundo el pasado siglo, vivimos el último sábado de agosto, cuando recien llegados de vacaciones tuvimos la inaudita y chocante sensación de que nos quitábamos el bañador y las chanclas para vestirnos de ‘tiraor’. Así fue más o menos. Y con el mismo traje con el que desfilamos en diciembre ya que lógicamente no tenemos una indumentaria arcabucera para invierno y otra para verano. Pueden ustedes imaginarse los grados de temperatura que alcanzaron nuestros aguerridos y lustrosos cuerpos. No exagero ni un ápice al afirmar que dimos la talla y dejamos el listón más alto imposible, participando en el desfile al que la Junta Central de Moros y Cristianos de Villena invitó a unirse a la Asociación de Mayordomos para que las Fiestas de la Virgen estuvieran representadas en este encuentro en el que también intervinieron una veintena de otras poblaciones. El motivo fue la conmemoración del 50 aniversario del Congreso Nacional de Moros y Cristianos que se celebró en Villena hace medio siglo.
Como he comentado al principio, se trató de una vivencia irrepetible porque quizás nunca más tengamos la ocasión de volver a disfrutarla todos y cada uno de los presidentes y cabos de escuadras que en la comitiva yeclana desfilamos en formación tras los Pajes y Mayordomos, Junta Directiva de la Asociación, Ayudantes Mayores, ‘Punchas’… Personalmente, además de la emoción de recorrer la avenida principal recibiendo las ovaciones y aplausos con las que nos aclamaba a nuestro paso el multitudinario público que presenció el desfile, entre los que reconocimos a muchísimos paisanos, me quedo con los comentarios que intercambiamos antes y después con representantes de otras poblaciones. La mayoría nos expresó que para ellos era tremendamente llamativo que en medio del colorido, vistosidad y pompa de todos los ropajes de los Moros y los Cristianos, y de las Moras y las Cristianas, del resto de poblaciones, apareciéramos los ‘tiraores’ yeclanos llevando al hombro nuestros arcabuces y vestidos de riguroso negro desde el gorro a los pies a excepción del fajín.
Escuchamos la misma pregunta en muchas ocasiones, tanto por parte de participantes como de espectadores que se nos acercaban para fotografiarse con nosotros como si fuéramos actores de Hollywood o algo muy parecido: “¿Pero es que en Yecla no hay Moros y Cristianos?”. “No. En Yecla solo hay Cristianos”. Se imaginarán ustedes que en los corrillos de Moros, Cristianos y ‘tiraores’ cada uno hablábamos de las fiestas de nuestros pueblos como las mejores del mundo. Probablemente las fiestas de cada pueblo son las mejores del mundo para cada pueblo. “¿Y por qué no tenéis Moros y Cristianos en Yecla?”. “Pues, mire usted, en Yecla no tenemos Moros y Cristianos por la misma razón que en vuestros pueblos no tenéis solamente ‘tiraores’”. No recuerdo quién de nosotros respondió de manera tan acertada y contundente, pero qué razón tenía.
