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domingo, 23 febrero, 2025
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Zombis yeclanos movilizados

Hasta cuando estamos manteniendo una conversación somos incapaces de mandar al móvil y las redes sociales a hacer puñetas

Antonio M. Quintanilla Puche

Cada jueves, presento en Cope Yecla, (ya sabe usted: Cope Yecla, la radio de Yecla), las portadas de este periódico y alguna noticia del interior (no todas, para no mermar la curiosidad de los lectores), junto a Olga Herrero, la locutora local más veterana, que no es lo mismo que antigua. Desde hace más de 20 años hay días que paso más tiempo con Olga Herrero que con mi parienta, (dicho sea sin ninguna doble intención aunque conviene dejarlo claro porque ya sabe usted que en los pueblos somos todos muy mal pensados. Y yo, el primero). El pasado jueves Olga me preguntó si yo era más de ‘El hormiguero’ o de ‘La revuelta’. Le contesté que no seguía ninguno de los dos en especial sino que dependiendo del contenido de cada noche me decantaba por uno u otro programa. Olga me formuló la pregunta en medio de la charreta que teníamos comentando que al programa de Pablo Motos había acudido el día anterior la psiquiatra Marian Rojas Estapé que, por decirlo para que nos entendamos todos, vino a decir que los móviles y con ellos las redes sociales nos tienen abducidos, enganchados como una droga.

Como se decía antes, los móviles nos tienen comido el coco y de manera muy preocupante porque han logrado distraernos durante las 24 horas. En lugar de estar más pendientes de las preocupaciones que de verdad deberían interesarnos nos pasamos día y noche viendo toda clase de estupideces y chorradas (esto lo digo yo, no la psiquiatra), que llegan a nuestras pantallas hasta tal punto que esa adicción, que afecta por igual a jóvenes y a adultos, está logrado mutar nuestra personalidad. Ni de muy lejos seré nunca un entendido en psiquiatría pero estoy convencido de que la citada Marian Rojas ha dado de lleno en la diana. Y como dice aquel, a las pruebas me remito. No hace falta irse muy lejos para constatar esta alarmante realidad. Basta con salir a la calle, aquí mismo, en Yecla, y a poco que nos fijemos nos daremos cuenta de que somos incapaces de dejar de mirar el móvil unos segundos. Yo el primero, para no tirar la piedra y esconder la mano, aunque me consuelo a mí mismo intentando convencerme de que solo estoy pendiente de temas de trabajo, personales y familiares.

Ves a una pareja en una terraza sin hablarse, cada uno pendiente de su móvil; constantemente te cruzas con gentes que no levantan la mirada de sus teléfonos; lo mismo observas si vas al banco, a recoger a los niños al cole, o estás escuchando una conferencia o visitando una exposición; en casa, en el trabajo, almorzando, viendo un partido en las gradas de una instalación deportiva, yendo de tiendas, en el coche, en bicicleta o en la taza de váter. Hasta cuando estamos manteniendo una conversación somos incapaces de mandar el móvil a hacer puñetas. “La consecuencia es que el cerebro se vuelve adicto a lo irrelevante, huye de la profundidad y se polariza”, dijo también Marian Rojas. Parecía que estaba hablando de Yecla y los yeclanos. O al menos a mí me dio esa impresión. El móvil y la redes sociales nos han convertido en auténticos zombis. O lo que es lo mismo en embobados, pasmados, alelados. Ni 20 palabras más.

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