13.1 C
Yecla
domingo, 20 abril, 2025
spot_img

La procesión que todos llevamos por dentro

Más difícil todavía es encontrar a uno solo de nosotros que no camine alguna que otra vez como alma en pena o como alma que lleva el diablo

Antonio M. Quintanilla

No piense nadie que estoy desganado o ganduleando por el hecho de que estas ‘Crónicas yeclanas’ de hoy las publiqué con anterioridad hace 15 años. Cumplimos un cuarto de siglo de vida a lomos de este periódico y por eso se me ha ocurrido mirarme hoy por el espejo retrovisor. Después de tanto tiempo no movería ni una coma si este artículo lo volviera a escribir ahora. Dicho texto decía y dice así: “Salen estos días a la calle las procesiones que cada uno llevamos el resto del año por dentro. Esta cosa de vivir es un calvario que nunca acaba porque vuelve a empezar cada vez que termina. Una cruz a cuestas que no logramos quitarnos de encima por muchas alegrías que desfilen por medio. Por muy distintos que sean nuestros caminos todos desfilamos hacia un mismo fin de polvo y cenizas. Todos vamos empujando las mismas carrozas, como buenamente podemos o como nos dejan. En la piel de penitente de cada capuchino desfila cada uno de nosotros, detrás del que nos precede y dejando un hueco al que nos sigue.

Escondidos por miedo al qué dirán o disimulando nuestras verdaderas pasiones y faltas bajo las túnicas, y llevando tan tapada la cara ante los demás que a veces no nos reconocemos ni a nosotros mismos. A lo largo de todas las estaciones del año no llegamos a ser por dentro ni remotamente parecidos a como somos en realidad o como nos adivinan desde fuera los otros. ¿Cuántas veces nos hemos negado ante los demás o, lo que es más penoso, cuántas veces al cabo de nuestra existencia nos negamos a nosotros mismos? Más complicado que intentar que un camello pase por el ojo de esa aguja que nunca encontramos en el pajar, resulta hallar a uno solo de nuestros semejantes que se reconozca fiel a sí mismo y a quienes han depositado en él todas sus esperanzas. Más difícil todavía es dar con uno solo de nosotros que no camine alguna que otra vez como un alma en pena o alma que lleva el diablo, con sus dolores crónicos y esas heridas que parece que no van a cicatrizar nunca. En esta hermandad que formamos entre todos sin distinción alguna, cada cual a su manera arrastra como cadenas la certeza de que tenemos los días contados. Las preguntas que nunca queremos hacernos, las más incómodas, trascendentes e imposibles de contestar, ya no son de dónde venimos o adónde vamos sino para qué hemos venido y hasta cuándo estaremos aquí.

No sé si alguien será capaz de responderse viendo pasar cetros, túnicas, cirios y estandartes que abren paso a devotas imágenes que parecen estar bastante más vivas que algunos parroquianos y que continuarán desfilando en Semana Santa cuando ninguno sigamos por aquí… Los mismos placeres y penalidades, gozos y padecimientos, ilusiones y desencantos, falsas realidades y hechos consumados, ascensiones y descendimientos, nacen, mueren y resucitan en cada uno de nosotros a cada paso. No hablo de creer o no creer sino de esas procesiones que todos llevamos amarradas por dentro”… Lo dicho: ni una sola coma cambiaría de este texto si lo escribiera hoy por primera vez. Y ustedes perdonen esta ocurrencia con carácter retroactivo.

spot_img
spot_img

Más artículos

Artículos relacionados

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

Últimos artículos