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Aniversario de la muerte del pintor Miguel Palao

Martín Azorín Cantó

La huella del dilecto artista yeclano –pintor y escultor- Miguel Palao Sanjuán permanece indeleble. El insigne pintor falleció un día, gélido y opaco, de un crudo invierno. El 14 de febrero de 1983 recibía sepultura en el cementerio eclesiástico de Yecla. Conmoción en la ciudad. Luto en una atmósfera doliente. La Basílica se quedó pequeña en la despedida del duelo, al que asistieron las máximas autoridades de la Comunidad Autónoma de Murcia y del Ayuntamiento local. Un manto límpido de nieve cubría el labrantío, se posaba en las crestas legendarias de los montes y lloraba en los tejadillos de la ciudad oblonga. Témpanos de hielo, como cuchillos de acero, pendían de los enhiestos cipreses. La tarde declinaba quejumbrosa, gris, tristona.

Miguel, muy querido en su ciudad, fue nombrado por el Ayuntamiento “Hijo Ilustre de Yecla”; una calle de la población lleva su nombre. El libro “Yeclanos”, firmado por el Cronista Oficial de esta población, Miguel Ortuño, ofrece datos concretos, de interés general, acerca de su formación e inefable obra. Manifiesta, entre otras cosas: “Pintor de recia personalidad. Estudió dibujo en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos, de Murcia (1964-66) y en Madrid (1966-70), donde amplió enseñanzas con varios artistas, entre ellos Lucio Muñoz. Destacan en él sus paisajes al óleo y sus retratos a plumilla”. Asimismo, refleja la exposición póstuma que le dedicó la Comunidad Autónoma de Murcia en el palacio de San Esteban (2001), con el título “Pintura para el recuerdo” .
Mientras escribo, a intervalos, leo el estupendo libro de Juan Muñoz Gil, “Poemas a la muerte de Miguel Palao”, con prólogo de Azorín Cantó. Y recojo, con emoción y nostalgia, un fragmento:

“Te llamaban Miguel…
Miguel a secas,
sin más preámbulos
de gentileza;
bastaron tus manos
y tu conciencia
para saturar entornos
con tu presencia”.

En la obra “Yecla memorias de su identidad”, escribí en el capítulo monográfico “Escultores y pintores yeclanos de la segunda mitad del siglo XX”: “No puedo, por más que quiero, separar la figura de Miguel Palao Sanjuán de los pinceles. Miguel simboliza una época en la pintura yeclana, fecunda y romántica, que aglutina artistas creativos; una época en la que se forman pintores ambiciosos bajo su influencia carismática; una época en la que las salas de exposiciones brillan con las obras de una pléyade de autores yeclanos”.

Conocí, con profundidad, la obra pictórica de mi amigo Miguel Palao poco después del inicio de mi trayectoria periodística en el “Diario Línea”, de Murcia. Éramos vecinos de barrio y entablábamos, de cuando en cuando, sabrosas tertulias. Acudí a sus exposiciones e hice diversas críticas y algunas entrevistas antes de su fallecimiento; después, cuando se mostraron obras suyas, en 2002 y 2006, en la Casa Municipal de Cultura, también cogí la pluma. En esa última escribí: “La pintura de Miguel Palao ha vuelto, fresca, lozana, con un halo de primavera, a una sala de exposiciones. Y se han fundido el ayer y el hoy, sublimados por el recuerdo, en luz y color”.
“Miguel está ahí, en un rincón, intangible y feliz, etéreo como la música callada y lánguida de una de sus pìnceladas amplias y geometrizantes. Ahí están los átomos invisibles del genio…”.

Y siempre la poesía del color: “Esos ocres de melancolía infinita, y esos rojos de crepúsculos incendiarios, y el oro pálido de las tierras paniegas…, que, poco a poco, se fijaban en el lienzo”.

En la muestra de 2002, María Isabel Durante comenta, en un atractivo artículo, que Miguel “Amaba la pintura, como creador y espectador; admiraba a infinidad de pintores, entre los que cabe destacar a Picasso…”.
En esa ocasión yo me refiero, entre otras cosas, a la figura humana, que “expresa con gran cantidad de técnicas: carbón, lápices, aguada, tinta china, acuarela y óleo”.

A Miguel, maestro y pedagogo de jóvenes que iniciaban la aventura pictórica, le gustaba participar en exposiciones colectivas, en las que figuraban alumnos. Entre otras muestras, recuerdo una conjunta con su amigo el prestigioso escultor Manuel Puche, también fallecido.
Decenas de óleos, dibujos y acuarelas del prestigioso pintor figuran en entidades y colecciones particulares. Y, además, sus pinturas enriquecen artículos, páginas de revistas, portadas e ilustraciones diversas de libros, como testimonian obras poéticas de Juan Muñoz Gil, principalmente, y otras, como la del libro “Cuadernos didácticos de literatura yeclana”, de Luciano Palao Rico, Gemma Sanchis Vilaplana, Teresa Ortega Quiles y Luis Pérez Molina. Críticas loables de sus exposiciones y de su obra se localizan en numerosos artículos literarios y de arte. El académico Francisco Javier Delicado Martínez ha escrito acerca de Miguel Palao en la revista de Estudios Yeclanos “Yakka”.
Y de tiempo en tiempo, en un paseo sosegado por la Avenida de la Feria, junto al edículo del jardín, la contemplación de una obra gallarda: “Homenaje al trabajador del mueble”, de José Santa Férriz, con diseño de Miguel Palao.

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